Washington.- Edward Kennedy, “león liberal” del Senado de EEUU y legendario líder del Partido Demócrata durante casi medio siglo, fue enterrado ayer durante una emotiva ceremonia junto a sus hermanos en el Cementerio Nacional de Arlington, después de tres días de tributo nacional.
El sepelio, con plena gala militar y riguroso rito católico, se retrasó casi tres horas y se produjo al ocaso de un día que comenzó gris y se tornó soleado.
Centenares de personas llenaban las calles céntricas de la capital para despedir a un “hombre del pueblo”, portando carteles, banderas de EEUU, fotos de Kennedy, y pancartas de sus campañas pasadas.
Las imágenes televisivas, dificultadas por la falta de luz solar, mostraban cómo el féretro, cubierto con la bandera estadounidense, era portado por miembros de las cinco ramas de las Fuerzas Armadas y trasladado a su tumba, cerca de las de sus hermanos, el ex presidente John Fitzgerald Kennedy, y el ex senador de Nueva York, Robert Kennedy, asesinados en 1963 y 1968, respectivamente.
Un grupo de siete soldados del Ejército -rama a la que perteneció Kennedy durante dos años- realizó un rito tradicional de tres disparos, distinto a los 21 cañonazos que son reservados únicamente a los presidentes, explicó la oficina de Kennedy.
El rito de dar sepultura fue presidido por el cardenal y arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, amigo del ex senador demócrata de Massachusetts. “Su rugido y su entusiasmo por las cosas en las que creía hicieron una diferencia en la vida de nuestra nación”, dijo McCarrick.
El religioso leyó parte de una carta que Kennedy envió al Papa Benedicto XVI y que el presidente Barack Obama le entregó en persona durante su encuentro reciente.
En la misiva, Kennedy, un ferviente católico de ascendencia irlandesa, le comunicó al Papa su grave estado de salud a causa de un cáncer cerebral incurable, y le pidió que rezara por él mientras se preparaba para su “próxima etapa en la vida".
Añadió que su fe católica fue “el centro de nuestras vidas” y le ayudó a afrontar las tragedias en la familia.
En la carta, continuó leyendo McCarrick, Kennedy también se confesó un “ser imperfecto” pero que, haciendo un repaso de su vida, se dedicó a “enderezar mi camino”, trabajando por los pobres y los inmigrantes, y luchando por la educación y en contra la discriminación, las guerras y la pena de muerte. En la ceremonia, participaron su hija, Kara, y varios de sus nietos que, con la voz entrecortada, recordaron a Kennedy como “el mejor de los abuelos”.
Por: EFE
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